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viernes, 27 de marzo de 2020

Crítica: Prostituto de extraterrestres




     Justicia poética. Dos palabras muy simples que encierran todas aquellas muertes cinematográficas que no sólo no nos dan ninguna pena, sino que nos hacen sentir bien. La caída de Gastón en La Bella y la Bestia, por un ejemplo, hizo que todos los niños de la sala aplaudieran y dijeran "¡Bieeeen...!". La novela que hoy nos ocupa, aplica ese concepto con tanta rotundidad, que más parece un ejercicio de psicoterapia, pero deja al lector -en ese aspecto- con una agradable sensación de bienestar, como esos sueños en los que tu cerebro te hace creer que le pegas una paliza a tu jefe. 
     
     La novela-mosaico tiene varios protagonistas, cada uno más odioso y detestable que el anterior. Del primero al último, no hay ninguno con intenciones honorables, ni siquiera neutrales, todos ellos son bajos, ruines y carentes de moralidad. Paradójicamente, todos ellos se tienen a sí mismos en elevado concepto y se creen merecedores de vidas mucho mejores. El primero al que conocemos es Mierda, un gris y fracasado empleado de una empresa de transportes, atrapado en un matrimonio con una mujer a la que ya no ama (si es que alguna vez la amó, o si es que sabe siquiera lo que es el amor, cosa que daría para otro debate), pero atrapado en un sitio mucho peor: su propia personalidad rastrera. 

     Mierda es violento, vago, machista, vicioso, repulsivo, maleducado, débil, cobarde, pusilánime... le toca todo. Pero él piensa que es inocente de todas sus desgracias, que la culpa de su situación la tiene la sociedad y muy especialmente la liberación femenina. En su bajeza, ya no mediocridad, está convencido de que si pudiera ser libre, sería el rey de su propio mundo, destacaría y sería el amo. En su deseo por conseguir esa libertad, entrará Pedo, su único amigo, y quien le admira como Ottis a Henry Lee Lucas. 

     La directa y desnuda prosa de Rafael Fernández Ezcritor nos presenta a unos personajes y una realidad que conocemos demasiado. A través de su mirada, aviesa y traviesa, vemos a esas caricaturas de seres humanos que todos hemos conocido en más de una ocasión; el asqueroso jefe incapaz de una palabra amable y cuyo único amor es el dinero, el troglodita que llama a las mujeres "chochetes" y sostiene que esta sociedad es una estafa al varón, y también la mal entendida feminista que considera que todo lo que no sea hacer su capricho es oprimirla. Por medio de su humor brutal, descarnado y en el que lo absurdo está a veces tan cercano a lo real que duele, la aventura se desgrana sin descanso, sin dar respiro al lector, y cada personaje recibe su ración de justicia poética. 

      Estamos ante una novela que no pude evitar imaginar en viñetas de cómic americano; narraciones cortas, frases breves y concisas, diálogos largos y mucha acción la hacen propicia para ese medio. No obstante, la facilidad de su lectura no implica que sea de fácil digestión; no se trata de ninguna novelita barata ni de algo que vaya a desaparecer de tu mente a la mañana siguiente. Es más bien una paliza emocional, un bofetón anímico en el que se nos muestra la realidad en toda su crudeza, deformada por el espejo del humor cínico, pero realidad a fin de cuentas. Con personajes que parecen una parada de monstruos de la feria, a los cuales miramos primero con curiosidad lectora, y entre los que atisbamos después casi con terror, temiendo encontrar en ellos a nuestro propio arquetipo. 

     Prostituto de extraterrestres es una novela para reír, sí, pero con esa risa que se queda unos minutos en tus labios y muchos días en tu cerebro, y eso es lo que la hace tan fascinante: su manera de hacernos pensar. Como supondréis, no sólo la recomiendo, sino que dudo que sea lo último que lea de este autor. 

     Nota importante: ¡manténgase fuera del alcance de los niños y de personas de ofensa fácil! Podéis conseguirla aquí:


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